Si vinieron a leer algo al estilo Julieta vuelvan otro día. Desde anoche que me puse de mal humor, un negativismo muy particular que a veces me agarra de la nada, sin razón aparente. Hoy me levanté y cuando miré para abajo me di cuenta que los dos pies eran izquierdos. De repente me choqué con la fecha: 31 de agosto.
Y de repente entendí que sin haberme dado cuenta antes de que se aproximaba este día con todo lo que representa, de que sin haber reparado en el calibre del calendario algo en mí tuvo la sutileza de encender las balizas y decirme: “Y vos, que consideras que agosto es el vestíbulo de tu sol de septiembre no te olvides que hoy, el día de la transición, es el aniversario del peor día de tu vida” Qué paradoja...
Yo no me explico cómo hace un padre para no sentir que tiene hijos. Y yo por ende creo, y sostengo, que la gran falla de la naturaleza radica en darle la posibilidad de procrear a personas que ni siquiera saben lo que es el amor propio o que lo saben en exceso. Personas como vos no tendrían que tener hijos nunca, así eso implicase que yo jamás hubiera nacido.
Y hoy, a dos años de ese intento de pasar a mejor vida, se junta esa imagen tuya hablando pedantemente como si la cama de la habitación del piso en el que estabas internado fuera tu trono y nosotros tu séquito... me vuelve el momento en el que descaradamente decís que intentaste matarte porque tus hijos eran tres mierdas... me vuelve la cara de mi psicóloga diciéndome “depresión”, el nutricionista diciéndome “anorexia nerviosa” y vuelvo a sentir toda la impotencia y la inconstancia que siempre definió ese tipo tan característico de relación padre-hija que siempre o nunca tuvimos.
Y hoy no sé donde estás, cómo estás, si estás vivo o muerto, si alguna vez te voy a volver a ver o si la última vez que me llamaste fuiste en verdad sincero. Hay cosas que no entiendo, pero a diferencia de otros casos, hay cosas que no entiendo y sin embargo puedo explicar perfectamente. Puedo transmitirlas. Si lo puedo explicar, quiere decir que no fue hecho para sentir, porque lo que se siente, no se explica.
Y me doy cuenta de que perdí tiempo aferrándome a cosas y personas del pasado que si bien me dejaron enseñanzas y experiencias varias, es sólo tiempo que se fue, y que no va a volver, y que mucho menos nadie me puede devolver.
Y me di cuenta de que por colgarme de amores destinados a no ser me olvidé de mí y de la necesidad de estar bien. Repetí mil veces “quiero estar bien” y en el fondo sabía que no estaba haciendo lo suficiente o lo necesario para conseguirlo… es como esa gente que no encuentra otra salida más que querer a la distancia y no admite más que en ratos de profundidad y soledad que esa persona no existe en su realidad sino en su imaginación, y en su deseo de no sentirse tan solos, ahora que ya nos quedamos así de solos…
Y me di cuenta que necesito querer y que me quieran, pero de forma tangible. Porque no me sirve un mail, una charla o una carta que me recuerde lo importante que soy. Porque las palabras son hermosas pero son eso: palabras, y que mientras vos hablas y yo hablo, si no estamos enfrente uno del otro, no sirve, porque el vacío después se siente más, porque corremos el riesgo de fingir por no soltar, de actuar, de hacer de cuenta que te quiero para tapar las heridas, para no soltar, para no perder... Y porque los amores son siempre susceptibles de volverse platónicos y hasta inmaculados y de volverse una ilusión llena de pensamientos y reflexiones... y me di cuenta que eso es lo contrario del amor, porque el amor que se puede explicar, el amor que puede ser narrado o descrito, y los corazones que pueden leerse como se lee el diario, y aquellos que en vez de intercambiar momentos intercambian puntos de vista y paradigmas amorosos, no aman, rellenan espacios que vaya una a saber por qué no pudieron llenar como correspondía en su momento, porque para todo hay un momento, y el amor que se empeña en estirarse de esa forma en el tiempo más que amor es una ilusión proyectada por arriba de la cabeza del otro.
Y me di cuenta que el amor que se idealiza es el amor vano, aquel que necesita aferrarse a una simbología mental (que por lo general le atribuimos al alma, paradójicamente) porque por la razón que sea, no es capaz de estimularse y autoalimentarse para sobrevivir. Y me di cuenta que hay gente que cree sentir cosas por amor que son en verdad producto del acostumbramiento. Y que si te acostumbrás, es probable que en algún momento retengas, y al retener, estás siendo egoísta, y si del otro lado se quedan, entonces quiere decir que del otro lado hay miedo de encontrarse a sí mismo o de encontrar algo verdadero que barra con la levedad de ese amor inmaculado que no existe más que en palabras y en sentimientos tan extraños que no pueden jamás terminar de catalogarse como sentimientos porque a la más mínima incidencia uno se siente para el culo y se va todo a la mierda. Y me di cuenta que el amor es tanto más simple. Pasa y ya. Y no lo podés explicar, porque un sentimiento no se explica porque es un ente abstracto. Y lo abstracto no tiene forma, ni siquiera en grafismos.
Y vos quedate en España, y tratá de frenar esta avalancha para armar un amor de gloria y fantasía. Vos no sos pagano. Yo no soy mística. Somos personas que están muy lejos y muy solas, simplemente eso. El amor de las almas se logra cuando hay enamoramiento. Todo este hoy es deslumbramiento, obnubilación; por eso en vez de hablar de un sentimiento mutuo y de iguales dimensiones y certezas de ambos lados preferimos hablar de almas gemelas y sentidos interconectados. A veces te veo aterrado porque sabés que me doy cuenta de cómo son las cosas, y sé que sos mío, pero no me alcanzás. Sos mío en el sentido en que sé que aunque ahí detrás del monitor me estás esperando, nada más que eso. No sos mío en un café, ni en un beso o un abrazo, ni en un gesto, ni en una sonrisa verdadera o una carcajada sorpresiva, ni en nada que pase en verdad. Estás allá y yo acá, y listo. Es como saber que hay millones de personas que habitan este país, y sin embargo, el sólo hecho de saber que existen no los hace parte de mi realidad. No los introduce en mi todos-los-dias, por ende es un hecho seguro decir que alguien que no está en mi realidad no debe alterarla en lo más mínimo, por eso hasta ahí llegás. Hasta donde yo te dejo, y hasta donde yo te dejo tampoco existe siquiera. Nada de todo esto deja algo en mí. Ni vos, ni tus condiciones, ni tus circunstancias, ni tu espiritualidad que esconde la realidad de la distancia y de lo que realmente no es. El amor es real o no, no es una farsa para hacer de cuenta que necesitamos a alguien. Si necesito, necesito a alguien que cuando estoy mal me abrace, no a alguien que a kilómetros de distancia me haga alucinar con ser igual a mí. No hay nada en el corazón, está todo en la mente. Si hay que sufrir por amor, que sea por amor de verdad, no por meros espejismos que van tapando huecos y que en el fondo sabemos que sólo sirven para emplear el tiempo y dejarlo pasar y hacernos mal. No sirve. Deshacer.
Mundo de implicancias.
Pero no de implicados.
Mundo de mierda.
Y no sé; pero yo tengo ganas de ser.