“Yo puedo ver el mundo y comprender el paso de los días
y entendernos sin palabras,
abrazando nuestro cómplice silencio.
Tu risa vuelve el tiempo más liviano y vulnerable
y pierden peso
las cosas del mundo son mejores
a través de tu mirada.
Donde corre el agua.
Donde sopla el viento.
Puedo ver a través de tus ojos…”
A través de tus ojos. La Portuaria.
Este incipiente dolor de cabeza no es físico, es somático. Los ojos se me están cerrando y el sueño me está venciendo pero dejaría de ser yo si no te dejara este texto ahora mismo. Hace algunos días que me estoy embarcando en una nueva empatía, ¿sabés?
A pesar de todo este silencio, de estas casi dos semanas sin intercambiar palabras, hace algunos días empecé a sentir, profundo, que el halo negro te está cubriendo de nuevo. Sinceramente no sé si tendré poderes. Sólo sé que tengo certezas. Y me hablan de que otra vez te está costando ser vos.
Hace minutos volví a sentir ese golpe en el medio del pecho que me indica que algo te está pasando, que algo malo estás sintiendo.
Ya no necesito que lo corrobores o que asientas, hace rato que las palabras dejaron de ser necesarias para nosotros. Hace tiempo me dijiste dos cosas que recién ahora puedo ver con claridad… me dijiste que no había odio en mi voz, y también me dijiste que mis ojos hablaban de un lugar llamado tranquilidad. No sólo construiste halagos para mí, también edificaste tu credo personal.
No importa a cuánta gente ni cuántas veces puedas ser capaz de repetirlas, sé que gracias a mí nacieron. Por eso arrodillate y rezá. Te prometo que no voy a dejar que nadie arroje una mirada sobre vos.
Texto casi inexplicable para tanta certeza que nace de adentro, lo sé. Tenemos una capacidad de asombro, vos y yo, que trasciende los límites de lo humanamente posible, no hace falta que lo digas…
Porque el mundo te está erosionando, te está saturando, te está cansando, y sentís que después de un golpe sigue indefectiblemente una cachetada. Los cinco continentes y los siete mares hacen mucho peso sobre tus hombros, lo siento.
Sé que ésto es sólo un blog, que son sólo simples palabras que ni siquiera salieron de la pulsión que mis venas les enviaron a mis dígitos. Sé que en un monitor no te vas a poder guarecer, pero tantas veces nos hemos abrazado con palabras… tantas veces sólo necesitamos palabras para ser… pero también sé que este lugar también es tuyo. El balcón es mío, pero vos pasás regularmente a cobrar el alquiler y en esta noche de huesos cansados, no importa cómo esté yo. Cuando vos caés o tambaleás yo paso a ser un mero detalle de existencia por elección propia. Vos estás delante. Vos venís primero.
Esta voz que no tiene odio, te dice muy bajito que te quiero con el alma, que no es necesario que me cuentes, que sin saber nada entiendo todo porque te comprendo, y entonces creo en todo. Estos ojos que siempre están listos para darte tranquilidad encabezan el abrazo que aunque falte siempre está.
Esta noche yo te abrazo y te siento. Y sé que vos también.
Esta noche, dueña de las ganas de desaparecer, te ayudo en tu plan de escape maestro…
No es casual que el frío se haya instalado en la ciudad así de repente ¿no, Moro?
No soltemos el abrazo…
Dale, Moro.
Mejor nos vamos a dormir.