“¿Cuántas heridas serás capaz de soportar?”
Nunca se sabe. Todo se reduce a una historia sobre las intrigas de la piel.
“¿Cuántas cicatrices tiene tu alma?”
“¿Cuántas veces te diste vuelta en tu cama en mitad de la noche y te diste cuenta de que no podés soñar?”
A mí me pasa siempre. Pero de noche, en un súbito halo de flagelo enajenado deseo que ese sentimiento nunca acabe; que nunca me aleje de esa malvada oscuridad que me hace pensar en fósiles de la memoria para frenar el dolor.
Y entonces, la voz en la distancia, el elemento activo que uso para recordar, dibuja estrellas en el techo de mi cuarto que en vano intento unir por falsas paralelas y perpendiculares que no existen más que para mí.
“Parece plástico.”
Pero no lo es. La piel que nos rodea no es plástico. Es tan piel como cualquier otra parte de cualquier otro cuerpo.
“A medida que uno se acerca a su propia piel ésta se enfría y el tacto desaparece.”
Eso quiere decir que cada tres milímetros no somos capaces de sentir. Eso propone que cada sensación dejada por el roce de una caricia se entrecorta cada tres milímetros y que el cuerpo propone, tácitamente, que seamos capaces de sentir lo imposible.
[Es como una secreta y perversa comunión a la que estamos sometidos.]
“¿Por qué cuando la toco no me duele?”
Porque nos duelen otras cosas. Porque sencillamente nos engañan y nos hacen creer que por no tener sensibilidad, nuestras pieles son de plástico.
“Pero no lo son.”
No. “¿Cuántas marcas hay en ese otro cuerpo que escondés debajo de las sábanas?”
“¿Cuántas serás capaz de soportar?”
“Las que hagan falta.”
“¿Para qué?”
Para ser.
Su respuesta inherente a su tacto. Algunos tienen las preguntas, otros las respuestas. Filosofía de la tristeza.
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Él la abraza y ella se deja. Luego de varios minutos sin la necesidad de emitir sonido, pero sabiendo aquello que era necesario demostrar, ella toma su brazo levantando el sucio sweater gris. Él la mira, tratando de entender qué hace. Ella busca un hueco de piel en su antebrazo y clava sus uñas en él. Él no se retuerce de dolor, parece no ser capaz de sentir. No siente. Corre sus uñas rasgándolo, hasta clavarlas con más fuerza todavía en la unión de las venas y la piel.
[Nada.]
Ella vuelve a tomar su brazo, pero sólo para volver a colocar el sweater en su correcta posición y pasarlo nuevamente por detrás de su espalda para volver al abrazo original.
Efectivamente, parece plástico.
[Los mutilaron antes de nacer.]