Alguna vez pude ver el reflejo en los ojos asesinos.
El diablo por detrás de la puerta,
las azucenas alardeaban lo demás.
El centro de la inspiración sensible que nace de la ira agradable,
entonces los centros pasaban de largo las nubes,
cuando la persiana era un grito,
los suelos, el llanto –
Alguna vez pude ver el brillo en los ojos asesinos,
al presente irresoluble,
aquí estoy.
El portarretrato que cayó vacuo en la sombra,
soy un castillo de naipes en el centro de la tormenta.
El diablo prendió la radio,
contó sus historias, gritó sus gritos de llanto y temor.
Cuando la niebla era vital,
cuando los fríos incendiaban naturalezas planas,
alguna vez pude callar los colores de las gargantas asesinas,
al pasado cometido,
aquí estoy.
y las astucias de una gloria que sangró su fe cuando la Historia decretó su tormento y su osadía.
no se apaga –
El cuerpo sin álgebra en su geometría.
la lágrima aterrizó en sus dedos,
sus cristales adorados,
su locuaz generación de líricas genéricas sobre espaldas acaloradas en un templo otoñal,
un apagón en el altar de lo prohibido,
como un desgarro al alma,
un ‘no’
un despido
un recuerdo
un disparo
un vacío
un silencio.
que ya avisó –
como puede, no siempre como quiere:
y tan sólo viviré por escasos momentos,
con un nombre de mujer garabateado como traviata –
El arte de entender.
El diablo eligió su mejor ropa,
la miseria del golpe y su marca,
la espina obsoleta de las dudas,
la marioneta de los mares, el azar, la carne viva,
el cuento de la mariposa que descansa sobre el cóxis.
Alguna vez pude creer los negocios de la tranza de las almas asesinas,
y sucumbir en el abismo,
perfumar mis altas cumbres,
regar el verde de los olivos cautivos.
Alguna vez pude ver el reflejo en los ojos asesinos.
Al futuro enaltecido,
aquí estoy.