Summer nites… as you said: we’re the lucky ones, dark haired…
Taconeo hasta que el jean deje de arrastrarse y se haga jirones que se desparramen sobre el parqué de mi cuarto.
Ya no es un problema de elección el preferir no elaborar(te):
desde la arena al canto rodado,
los tubos de ensayo me han visto desprotegida y desposeída de todo amparo
y así tal fue
que en la cordura donde alguna vez encerré mi locura decidí
no practicar ni transar ni negociar
con aquellos espectros entre ocres y dorados.
En la rebeldía de las marcas de mis manos hay paredes llenas de años,
muelles que visité sin haber saludado,
certezas que sólo yo sé y que ya no me importa
que se sepan,
que se vivencien,
que se compartan.
La puerta es siempre un tiento para una soga a cuenta de la existencia.
El cuello es siempre el puente entre lo de arriba y lo de abajo;
por eso no voy a dejar de elaborar(te), sólo sino hasta que yo así lo quiera:
si algo aprendí al intentar moverme irresoluble fue a no mirar hacia ambos lados antes de cruzar:
gracias a dios o a algún planeta,
nací ambidiestra.
No tengo por qué dejar de elaborar(te).
La rotación del eje no depende de mis pantalones,
y quizás en la mecánica del ballet sin-sentido
cada letra forme palabras con-sentido
y entonces, quizás
sea la fortaleza la luz de lo mejor,
el zenith de la hoguera desde donde tampoco dejaré de elaborar(te)
y presumo, tal vez,
al enmarcar cada marca en la pared, la pulsión se haga grafismo
y el grafismo se eleve a silogismo, y así,
desde la cúpula de los vestidos,
al ver la sangre en el vestíbulo reconozca lo vivido
y las marcas en la pared
al no dejar de elaborar(te)
quizás
te den sentido.
Nada existe ni es cierto, lo sabes... pero acaso le importamos a lo cierto?
Para qué recordar si se puede inventar/elaborar...
(para qué vivir si se puede escribir?).