Ghetto de ecos que resuenan, justo ahí, donde el barrilete quedó enredado entre los cables.
Como cuando éramos más chicos, y pensábamos que los barcos de papel no se desintegraban en el agua o que aquellos otros encerrados en botellas habían entrado enteros y no sabían cómo salir…
Una recorre el ghetto desde sus all star té con leche y se da cuenta de que si no fueran botitas, sus talones temblarían.
Todo derruido.
Todo consumido.
Sangre en la alcantarilla y grafittis que hablan de esa etapa que el común denominador de la población cataloga como ‘infancia.’
Caras gastadas como monedas que proscriben y devalúan en decadencia por el uso y el desuso:
Abuso.
A-buzo; a bucear entonces, por eso que te contiene y te hace brillar. Que se haga la luz. Que se haga de noche...
La química ahí, siempre como cuestión de fondo, fantasmas y abismos que dificultan el mecanismo de respiración, como sueños truncos, como pasados rebobinados siempre a punto de alterar el hoy, como ausencias furtivas y amores platónicos de algún teatro de revistas. Torbellinos de imágenes que no se pueden ni siquiera intentar rozar con las manos porque no están. No están...
Sexo fácil y barato, nada de rituales. Pocos ratos de luz…
Y complicidad, y risas, y huecos donde acomodarse y donde encallar en muda o sonórica comprensión.
Nene, en éste lado del planeta también hay necesidades, y también se puede vivir.
¿Ves? Tenés un par de zapatillas muy parecidas a las tuyas sentado ahí, al lado de tus talones, en la bajada de este famélico e incandescente cordón.
Puede ser que por una vez, pertenecer a una misma vereda sea todo un hogar.
El barrilete se desata.
Y de a poco,
comienza a remontar.
Lindo lindo, con razon o no. Porque los espacios estan para esto.. y tus palabras siempre nos dejan en ese espacio pensando.