(Standing on the edge of everything I've never been before)
Yo de a ratos veo todo amarillo. En otros momentos la visión se vuelve roja y no hay nada más para ver. Por la ventana se ve bastante más que aquello que se puede contar porque hay cosas que sólo se piensan aunque los teoremas no aparezcan, y a veces es mejor no entender, o no poder trasmitir aquello que (me falta un verbo) en palabras. A la vez se entiende, porque se transmite. Mi política se basa en que las personas, aunque calladas, comunican igual.
Y de a ratos dibujo líneas imaginarias con puntos suspendidos en el aire que no existen más que para mí; mojones del tiempo y del espacio, como los puntitos de los planos que infestan la ciudad y la llenan de redondelitos un poco más marcados que otros redondelitos que por consenso sabemos que quieren decir “boca de subte” - y de esas uniones salen figuras que a veces ni yo misma soy capaz de darles forma (me está faltando un adjetivo ahí) pero que sin embargo salen del inconsciente y de ahí pasan al vestíbulo de la conciencia que, paradójicamente, no puede retratarlas con palabras.
Y de a ratos miro (creo que un modificador directo iría acá) estrellas y me acuerdo cuando murió mi abuelo y mi mamá me dijo que estaba en la que más brillaba. Pero cuando pasó el tiempo me fui enterando de que las otras mamás le decían lo mismo a los otros nenes y a las otras nenas, y por momentos no entendí como una estrella era capaz de ser una pensión de seres que se iban, y entonces terminé pensando que ese lucero era el paraíso, o el ombligo del cielo.
Tiempo después, cuando salí de aquel colegio de monjas y me di cuenta de que en verdad era atea, de que nada de la religión tenía que ver conmigo, de que comenzaba a negar la existencia de un cielo o un infierno, empecé a creer que esa estrella es un cúmulo de almas queridas que ya no están pero que son recordadas, porque si nadie las recordara no tendrían esa necesidad de brillar - o tal vez sea un pedido para no ser olvidadas (y estuve a punto de poner esa frase entre signos de interrogación, pero sostengo que prefiero afirmar a cuestionar) (aunque para hallar una afirmación plena, ese ‘tal vez’ no debería estar allí) - empecé a creer que esa estrella es un cúmulo de almas queridas; y mi blog se llama Kumulonimbus, que a su vez significa cúmulo en alemán, y este lugar está lleno de gente que quise o que quiero con el alma, si es que tengo cosa semejante...
Y de a ratos me cuelgo del lenguaje, sobre todo cuando pasan esas cosas que te descolocan y que te hacen pensar sin razonar. Aprendí con el tiempo que hay ciertas cosas que es mejor no analizar, y no por encontrar respuestas grises al final del camino sino por tratarse de cosas tan concretamente abstractas que se tornan absolutamente imposibles de diseccionar (como un momento, éste tal vez). Entonces cuando eso sucedió muchas, muchas veces, empecé a quedarme con las sensaciones y las sonrisas de esas ciertas cosas, y también a veces me senté a ver el mundo girar, tranquila, sabiendo que hay cosas que pasan, son o están, independientemente de la rotación de la Tierra. Y por eso creo, a esta altura, que puedo decir que para muchas cosas ya encontré la manera (y que ahí el lector complete la frase a su gusto).
Y este es un texto que escribí hace exactamente un año y sin embargo se adapta (agregar adverbio) al corriente con una bufanda o con una remera distinta por hora.
Y tengo una manía bastante (vacante disponible para adjetivo faltante) de tomar café en el piso del baño o de fumar en la bañera.
Y hoy, ahora, también tengo todavía toda mi ropa tirada en la cama porque hace instantes abandoné la tarea de acomodar mi placard por quedarme dormida por unos minutos arriba de la montaña de sweaters, pantalones, musculosas y polleras.
Pero también entre tanto mundo común y ordinario que me resulta una mierda, tengo algunas risas (debería buscar un verbo en tercera persona del plural del presente del indicativo y terminar la oración de forma decente).
Y la agenda siempre en el bolso de turno.
Y monedas en los bolsillos.
Y billetes hechos bollitos en la parte de arriba de la biblioteca, ahí, donde también duermen algunos lápices.
Y esmaltes de uña de muchísimos colores que jamás uso, a excepción del rojo y del negro.
Y sahumerios de vainilla y de fresias, esos, los de color pastel que tanto cuesta conseguir y que son más gorditos que los otros.
Y la necesidad de que diciembre nos siga trayendo mucho sol.
Me encantó, Ju, Junio, Juli, Julieta o como prefieras que quede tu nombre con algunas carencias de verbo en tercera persona del plural-presente del indicativo, o de adjetivo, o de modificador directo, o lo que sea que creas le falta porque para mí está completísimo y redondito. Felicitaciones, amiga, repito: me encantó.