Aullidos en la noche.
Sonidos que me van aturdiendo.
Silencio en verdad, mucho silencio en la noche.
Un agujero negro que gravita cerca de mí, por algún lugar de este suelo, en medio de esta tierra que ya no es virgen, que ha sido edificada.
Dos construcciones sobre arena mojada,
y no hacen pie, una insulsa y la otra tan salada – sin sustento en sus bases ayer sólidas.
Bailando,
mis puntas y mis pies.
Paranoia,
otro tanto de locura,
una medida de bohemia
y siempre el mismo frasquito de insomnio – miel y limón.
Éter y sal.
Allá, entre las ventanas que asoman del piso.
Allá la magia se resbala, una de tan insulsa, otra de tan salada.
El eucalipto que puse sobre la ventana duerme con los huesos que más amo,
atrapa los sueños en las remeras, llaman a los ángeles desde los pantalones,
sus puntas y sus pies,
sus infancias y sus camisones.
Sus destellos no son arte – una es muy insulsa, otra es tan salada.
No son yo – no son él.
Sólo son, y están.
Dolorosamente son y están.
Primitivamente existen.
Desagradablemente perdurarán hasta sus tiempos,
uno será muy insulso, el otro tan salado.
Me paro en el espejo y mi puto reflejo nunca muestra una sola cara,
te pido una tregua,
sabés,
hay rostros que se cuelgan de mí todas y cada una de las noches –
y yo quiero caminar a través de los cuerpos,
de uno tan insulso, de otro tan salado,
yo quiero, realidad en reflejo, de izquierda a derecha
tu reino, tus días, y luego
de derecha a izquierda agradecer ser ambidiestra.
Hoy en la cama no habrá lugar para demasiadas cosas más.
casi un mensaje subliminal
pero muy poetico... y muy bueno...
hacia mucho que no pasaba por tu blog... me lo debia...
siempre me gusto y siempre me va a gustar lo que escribis...
y ademas te amo... te amo como nunca ame a nadie... y mucho mas...
Besotes...